Danza Infinita

 

Por Lorena Lozano

Una biografía del cuerpo clínico y del cuerpo humano. Un homenaje a Henrietta Lacks

Exposición en Laboral Centro de Arte y Creación Industrial     10.02.2012‐14.05.2012

El proyecto Danza Infinita pretende abrir una reflexión en torno a las políticas, derecho y propiedad del cuerpo en la investigación médica y biológica, al mismo tiempo que rendir homenaje a Henrietta Lacks, una mujer afro americana naci­da en Estados Unidos a quien, antes de su muerte en 1951, le fueron extraídas células de su cuerpo sin su consentimiento. Éstas fueron las primeras células humanas que podían desarrollarse en un laboratorio y aún hoy son usadas en la mayoría de las investigacio­nes biomédicas. La historia de Henrietta Lacks muestra los cuestionamientos legales, éticos y metafísicos a los que se enfrenta la investigación en biomedicina.

La instalación proyecta imágenes de células “HeLa” y paralelamente, se muestra la filmación de la bailarina Sonia Gómezen estado avanzado de gestación durante uno de sus ensayos. Se trata de una puesta en escena del proceso de construcción de una coreografía improvisada en un momento concreto de la biografía de la bailarina. Si, por una parte, las ciencias biológicas presentan el cuerpo humano como compuesto por partes separadas y separables y configuran una intercambiabilidad de los órganos sin referencia a la unidad corporal, el trabajo de la bailarina ayuda a reconstruir ese cuerpo como un todo, poniendo de manifiesto la continuidad de sus funciones vitales. El conjunto explora las formas en las que las Ciencias Biológicas persiguen un afán de inmortalidad y transcendencia a la muerte,  a través de la puesta en escena del ensayo clínico y del ensayo de la danza.

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CONTEXTO: BREVE HISTORIA DEL CULTIVO CELULAR

Las células vivas trataron de cultivarse en los laboratorios científicos ya antes del siglo XX, pero los ejemplares siempre morían y los científicos llegaron a pensar que era imposible mantener tejidos vivos fuera del propio cuerpo. En 1912 Alexis Carrel, un cirujano francés del Instituto Rockefeller, quien había inventado la máquina para suturar tejidos sanguíneos, intentó cultivar un pedazo de tejido de corazón de pollo y para sorpresa de muchos, las células seguían latiendo como si estuvieran en el propio cuerpo del animal. Meses más tarde Carrel ganó el premio Nobel por su técnica de sutura de tejido sanguíneo. Pero se convirtió en un celebridad por su “corazón de pollo inmortal” y durante décadas la prensa sostuvo que el cultivo celular iba a ser lo que salvase a la humanidad de la enfermedad y la haría inmortal. Sin embargo, él no estaba interesado en la inmortalidad para las masas, el trasplante de órganos y la extensión de la vida eran formas de preservar lo que él consideraba la raza blanca superior, era un eugenista y murió esperando un juicio por colaborar con los nazis. A su muerte se descubrió que aquel corazón de pollo no había estado vivo mucho tiempo y cinco años después, en 1951, cuando aparecieron las células HeLa, el cultivo de células ya no era un milagro de la medicina, era algo aterrador de una película de ciencia ficción que destilaba olor a nazismo. Nadie le dio importancia y no se habló mucho de ello.

La línea celular “HeLa” se llama así por las letras iniciales de Henrietta Lacks, una mujer afroamericana que nació en 1920 en Virginia, vivió en Maryland y murió a la edad de 31 años en el Hopkins Hospital de Maryland. En 1951 le fue diagnosticado cáncer cervical, pero antes de iniciar el tratamiento contra el tumor el Dr. George Gey le extrajo células del carcinoma con fines de investigación, sin su conocimiento ni consentimiento. Más tarde observó que las células del tumor de Henrietta se mantenían vivas y crecían fuera del cuerpo. Éstas fueron las primeras células humanas que se desarrollaron en un laboratorio y que no morían después de algunas divisiones celulares, siendo empleadas para desarrollar muchos experimentos. George Gey empezó a enviar células a cualquier científico que quisiese usarlas para investigar el cáncer. A diferencia de lo que ocurre hoy, expedir células vivas por correo ordinario no era posible entonces, así que las envío en avión, en tubos con un poco de medio de cultivo, lo justo para mantenerlas vivas un período corto de tiempo. A veces, los mismos pilotos y azafatas las guardaban en los bolsillos de su camisa para mantenerlas a la temperatura corporal. Gey advertía a los mensajeros que las células llegarían a punto de metástasis, por lo que debían ser entregadas lo antes posible al laboratorio. Las células llegaron a Texas, India, New York, Ámsterdam e, incluso, a las montañas de Chile en las alforjas de una mula. Gey ayudó a montar nuevos laboratorios y enseñaba las técnicas y métodos de cultivo. La comunidad científica llegó a llamarlas “preciosos bebés”, ya que podían realizar experimentos imposibles en seres humanos vivos: aplicarles drogas, toxinas, radiación, infecciones, alterar la inmunidad, inyectarlas en otras especies, etc… La mayor epidemia de poliomielitis de la historia fue una de las causas por las que las células HeLa comenzaron a cultivarse en cantidades ingentes. Para ello se creó el Instituto Tuskegee en Alabama, una factoría de científicos de color, muchos de ellos mujeres, que cultivaban masivamente HeLa. Paradójicamente, usaban células de una mujer negra para salvar la vida de millones de americanos, la mayoría blancos. Este instituto empezó vendiendo las células para investigar la cura de la Polio, luego comenzaron a enviarlas a cualquier científico que las solicitase por 10 dólares más el transporte en Air Express.

A mediados de los 50, las células estaban totalmente fuera del control de George Gey; las empresas controlaban ya los mercados y los experimentos se sucedía sin mesura. En 1956, el Dr. Southham, del Sloan-Kettering Institute for Canceer Research de Nueva York, pensó que si las células eran cancerígenas podrían infectar a los propios científicos y, ante el posible riesgo, comenzó a realizar pruebas inyectando células a pacientes con cáncer, a prisioneros sanos y pacientes de cirugía ginecológica; más de seiscientas personas a quienes explicó que estaba haciendo pruebas rutinarias de prevención. Muchos de ellos murieron de cáncer, aunque estaban sanos antes de acometerse el experimento. Durante la Guerra Fría, algunos científicos probaron a poner las células bajo altas dosis de radiaciones para estudiar los efectos de la bombas nucleares y las compañías cosméticas y farmacéuticas comenzaron a usarlas para sus experimentos en vez de animales. En los años 60 se comenzó el estudio del genoma humano y tanto los científicos americanos como los rusos, hicieron posible cultivar HeLa en el espacio. Con la línea de cultivo HeLa, se creó la vacuna contra la poliomielitis, las primeras células híbridas entre ser humano y ratón, el desarrollo de medicamentos contra el cáncer de mama, el Parkinson y la leucemia. Se calcula que desde que comenzó el desarrollo de esta línea de células, se han producido aproximadamente 50 toneladas de material celular y hay más de 11.000 patentes en las que estas células están involucradas.

En 1966 el genetista Gartner declaró estado de alerta; las células habían infectado todos los laboratorios del mundo, incluso los laboratorios rusos. La única forma de controlar el caos y acabar con la infección era realizar test genéticos que identificasen las células HeLa, para lo que eran necesarias muestras del ADN de la familia de Henrietta. Así pues, la familia recibió peticiones del Hopkins Hospital y se realizaron extracciones de sangre a sus hijos en su propia casa, con la explicación de que se trataba de un control preventivo del cáncer. Años más tarde, éstos descubrieron la verdadera razón de aquellas pruebas sanguíneas. Hasta entonces su familia no sabía de la existencia de la línea de tejido, mostrándose sorprendidos de cómo las células de Henrietta pudieron haber sido tomadas sin su consentimiento, cómo éstas podían estar todavía vivas 20 años después de su muerte, de los avances científicos a los que habían contribuido y de la mercantilización de la que eran objeto. Las propias células parecían haberse convertido en “propiedad científica general” y la opinión pública empezó a preguntarse por la mujer que existía detrás de las células. Se publicaron los primeros artículos que hablaban del origen de las células bajo el nombre Helen Lane, pero sólo cuando murió el doctor Gey, en 1971, sus colegas escribieron un artículo conmemorativo a su carrera en el Journal of Obstetrics & Gynecology y, por primera vez, se publicó el nombre real de Henrietta. Unas semanas después de ese artículo, Richard Nixon comenzó su campaña de lucha contra el cáncer, dedicando 1,5 billones de dólares, con la pretensión de acabar con esta enfermedad en cinco años. Esta decisión fue entendida por muchos como una forma de distraer la atención de la guerra del Vietnam.

La historia de Henrietta roza toda una serie de cuestiones éticas, jurídicas, políticas y económicas. Se cuestiona si hubo permiso del donante o de su familia para su uso, mercantilización, producción y distribución, y si los científicos, universidades y gobiernos actuaron éticamente o no en estos menesteres, o en sus interacciones con la familia. Cuando Henrietta murió, al igual que hoy, no había ninguna ley o ningún código ético que requiriese a los doctores pedir permiso antes de tomar tejidos de un paciente vivo. Pero la ley era muy clara al señalar que hacer una autopsia o tomar tejido de un cuerpo muerto sin permiso era ilegal. Su marido, en un principio, no dio consentimiento para la autopsia, pero luego el Dr. Gey le convenció de que con ello podía ayudar a sus hijos en el futuro y, finalmente, aceptó. En los experimentos llevados a cabo más tarde sin consentimiento de los pacientes, ni el Código Núremberg ni el Hipocrático[1] fueron tenidos en cuenta. Estos códigos no son leyes, son recomendaciones. No era práctica común su estudio en las escuelas de medicina y muchos investigadores americanos dicen no conocerlos. La proliferación de compañías de ciencias de la vida en Europa y Norteamérica en el siglo XX ha supuesto los consiguientes cambios legales, la extensión de las leyes de patente, la creación de políticas de salud pública y la introducción de leyes que regulan la experimentación con humanos.

Hay además otras cuestiones sociales, relativas a la raza y el género; Henrietta era una mujer afro-americana, procedente de linaje de esclavos de plantaciones de tabaco. Algunas de las historias que los propietarios blancos conjuraban en esas plantaciones partían de las creencias tradicionales africanas según las cuales los fantasmas son los males que causan la enfermedad y la muerte. Así, para mantener a los esclavos controlados en los campos de trabajo, se les contaban historias de las investigaciones médicas que se realizaban sobre los cuerpos negros y algunas noches los mismos propietarios, mediante prácticas que nos remiten al Ku Kux Klan, se cubrían con sábanas blancas y pululaban como si fuesen los fantasmas o espíritus de los doctores blancos. Lo que puede parecer una táctica envuelta en fantasía, nos devuelve la realidad del Hopkins Hospital que, como muchos otros hospitales de los años 50, fue construido en una barriada de negros pobres y cuyos cuartos traseros eran maltrechos laboratorios donde se trataba y experimentaba con negros y en los que las enfermedades iatrogénicas e infecciones derivadas de las prácticas ginecológicas eran muy comunes. Algunas autoras, como Mary Daly, han señalado las confluencias entre eugenesia y prácticas ginecológicas más allá de la conexión académica entre Estados Unidos y Europa en Ginecología, Obstetricia y Psicoanálisis desde el siglo XIX. Como contrasentido, el doctor que trató a Henrietta en el Hopkins Hospital fue pionero en los tratamientos de infertilidad y produjo el primer bebé nacido In vitro en Estados Unidos.

La comunidad científica fue sometida a un aluvión de críticas y el discurso generado a partir de estas células continúa. En 1991 Leigh Van Valen, científico evolucionista, basándose en que toda división celular conlleva un cambio genético y en que la exposición a factores ambientales también produce mutaciones, llegó a afirmar seriamente que las HeLa se habían convertido en una especie separada. Propuso incluso un nuevo nombre: Helacyton garrtlei (cyton del griego=célula, garrtlei de Garter, el científico que había anunciado la infección años antes). Así pues, dando por cerrado el debate, disoció la línea HeLa del cuerpo del que provenía: ya no era humana y se abría una nueva luz para seguir fantaseando con la administración de los cuerpos, la gestión de la vida, la inmortalidad y la fuente de la eterna juventud. En contrapartida, en un gesto de diálogo o hermanamiento, en 2004 la artista Cynthia Verspaget desarrolló la producción de una línea celular artística llamada Anarchy Cell Line, derivada de células HeLa y sus propias células. Límites, identidad y representación; un sumun de fantasías distópicas de la ciencia y el arte.

Sin embargo, lo que atañe al significado, no son los prejuicios y asunciones con los que se suele relacionar el supuesto discurso objetivo de la ciencia, si no la dimensión metafísica que envuelve el nacimiento de HeLa y la muerte de Henrietta. Actrices y objetos de lo que Foucault llama biopoder, un aparato tecnológico que invade el cuerpo y el espacio entero de la existencia. El cuerpo como un organismo, en el que la vida y la enfermedad son capital patológico de la especie y que a través del mito de la sangre intenta mejorar la descendencia humana. Desde el siglo XIX la preocupación científica ya no es la muerte, si no los procesos de la vida. Seres humanos, semillas, clones, cepas, cultivos… La vida entendida como un bien y una comodidad manufacturada que establece nuevas relaciones interpersonales mediadas por inversiones genéticas y basadas en riesgo y recompensa más que en significado filosófico. ¿Cómo pueden cambiar los avances científico médicos nuestra comprensión de nosotros mismos y nuestros ideales del ser humano? ¿Qué supone el desarrollo de la biotecnología para la especie humana en términos de relaciones entre nosotros mismos y de nuestra percepción del ambiente no-humano? ¿Hasta qué punto las nuevas y poderosas formas de manipulación de la vida disocian la capacidad de producción y reproducción de los seres vivos del medioambiente y las comunidades en las que están históricamente inmersas?

Nada de todo esto altera la validez de muchos de los trabajos realizados con HeLa, pero merece la pena señalar los hechos para el recuerdo.

Conmemoraciones: Su hija Deborah buscó durante años información sobre las células y Henrietta, indagó en artículos científicos, prensa amarillista y diagnósticos médicos. Recopiló todo aquello que pudiese contribuir a dibujar una más precisa historia de su madre y dar a conocer la identidad de la mujer detrás de aquel precioso tejido. La historia de Henrietta y su familia está contada en el libro The Inmortal life of Henrietta Lacks, de la periodista Rebeca Skloot. El Dr. Roland Patillo, científico de Atlanta Morehouse School of Medicine, organizó el 11 de octubre de 1996 el Día de Henrietta Lacks para honrar las contribuciones que ésta había hecho a la ciencia, con la presencia de su familia. A raíz de esto, se creó el Museo de la Historia de la Salud de Henrietta Lacks (Henrietta Lacks Health History Museum Fundation); en 1999 Rebecca Skloot creó la Fundación Henrietta Lacks y algunos artistas en las ultimas décadas se han inspirado y honrado en sus trabajos a Henrietta Lacks.

Lorena Lozano  Gijón, Enero de 2012


[1] Código que ha gobernado la experimentación con humanos en todo el mundo, cuyo origen se remite a un juicio en 1947, en el que siete doctores nazis fueron condenados a pena de muerte por sus experimentos con judíos sin el consentimiento de éstos. Este código es posterior al Código Hipocrático, escrito en el siglo IV a d C, que regula las éticas de la medicina y no requiere consentimiento del paciente.
Fuentes:
The Immortal Life of Henrietta Lacks, Rebecca Skloot, 2010
Modern Times: The Way of All Flesh, de Adam Curtis, Documental BBC, Londres, 1998
A Conspiracy of Cells: One Woman’s Immortal Legacy and the Medical Scandal It Caused. Gold, Michael. Albany, New York: State University of New York Press, 1986.
Cynthia Verspaget:  http://www.wix.com/cynthiav71/artsite – !
Science, Seeds and Cyborgs, biotechnology and the appropiation of life  by Finn Bowring Ed. Verso, Londres 2003
 

CONVERSATION ART & SCIENCE

Lorena Lozano y Verónica García Ardura

COLABORADORES DEL PROYECTO:

Asesores científicos: Marco Archinti y Chiara Castellazi

Bailarina y Performer: Sonia Gómez www.soniagomez.com

Asesores artísticos: Tryona Ryan, Harald Melrose –Turek, Verónica García Ardura,  Cristina Ferrández, Pedro Soler, Paula Pin y Andrés Gómez, Marver Ediciones.

Soporte técnico: Equipo de Laboral Centro de Arte y Creación Industrial

Música para inauguración: BITCHEZ WIT DIKZ  Colabora Café Bar el Guetu, San Antonio 11, Gijón

Agradecimientos: Jardin Botánico Atlántico de Gijón, MagmaSalud

DETALLES TÉCNICOS DE LA EXPOSICIÓN:

Proyección: células HeLa observadas a través de un microscopio Olympus IX8. La células fueron capturadas fotográficamente cada 10 minutos durante 24 horas con una cámara ORCA (Hamamatsu) para un experimento de proteínas. Más tarde fueron tratadas digitalmente y cada secuencia de color representa un día de división de una cepa de células, en total un pase de 144 imágenes en 20 segundos. El material fotográfico es cortesía de Marco Archinti investigador de Biología Estructural del Parc Cientific de Barcelona.

Película Ensayos para una danza infinita”, video HD, 1 h. filmado en LABcafé de Laboral, Agosto de 2011 con la bailarina Sonia Gómez en estado de gestación.